Te ocultas,
en la hiel de una sonrisa,
en el páramo absurdo de un silencio,
aborreciendo el cántaro y la espiga
derrumbado en el centro de tus miedos.
Y buscas que te duelan mis ojos
que te hieran mis senos.
Esperas,
un territorio hostil entre mis dedos,
mas yo, siempre he sido y seré
morada y techo, alivio y llama,
dúctil resuello.
No has sabido al final beber tu copa.
Agoniza tu estrella y yo rastreo
cada lágrima azul que ardió en mi boca,
por si acaso al beberla te comprendo.
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