Dijeron que habías muerto
y busque entre tus libros.
¡No te salves!, gritabas,
empuñando renglones,
no te llenes de calma.
Y quisimos cantarte
y leerte en la plaza,
y allí estabas Hermano,
más que nunca conciencia
más si cabe sencillo
más que nunca universo
más si cabe argamasa.
De la mano de un niño
compartí con Botija
la tortura y el llanto
las faringes del miedo
la futura mirada.
Nos cerraste los puños
sin fanáticas odas,
y eran puños sinceros,
no tenías remedio,
eras alma abrasada.
Tu plantaste en la Tierra
la palabra desnuda
que miraba a los ojos
y le diste a la noche
el sustento del alba
y el amor que brotaba
de tus labios senderos
de tus manos fanales
de tus pasos que hablaban.
Rescatar la alegría
con la inmensa ternura
que te hacía más fiero.
Más si cabe más Hombre,
más si cabe esperanza,
más si cabe, más nuestro.
Julia Díaz
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